Hasta siempre, Comandante…

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? Uno no asume el verdadero, el terrible significado de la palabra “pérdida” hasta que le arrancan un buen trozo del alma, y la mía ha quedado bastante desmejorada desde que decidiste irte con Mon Dylan por esos mundos desconocidos más allá de los dos puentes. Me comentaste la posibilidad antes de marchar, incluso la estuvimos debatiendo (nuestro deporte favorito), pero yo nunca creí que llegase a ser cierta: es muy humano cerrarse en banda ante lo terrible y caer en el autoengaño más atroz.

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? La música y la poesía se quedan huérfanas en tu ausencia. Veo cómo se caen las notas del pentagrama y en su lugar sólo quedan los silencios desgarrados; contemplo las palabras que se desvanecen, perdiendo el filo y la esencia que sólo tú les dabas. En tus manos eran como el barro que según dicen usó Dios para moldear al Hombre: las tomabas y las deformabas hasta convertirlas en tu propia creación. La divinidad del artista hecha canalla.

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? Mi vida es un mosaico fabricado de imágenes de todos los tiempos. Y en buena parte de ellas estas tú: en la miseria, en la victoria, en la pena, en la alegría, en la desdicha, en la felicidad, en los fallos, en los aciertos, en la risa y en el llanto, en la presencia y en el olvido… Todo está impregnado de tu media sonrisa desafiante y de las ideas que se nos ocurrían en tromba, como las tormentas de invierno contra la playa. Instantáneas de tiempos y lugares que quizá nunca vuelvan, pero que son tan parte de mí como la sangre que me corre por las venas.

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? ¿Qué será de nuestros proyectos inacabados, de las locuras que atesorábamos para intentar una vez más que el público se sintiera incómodo? Ambos creemos que esa es la esencia del Arte, aunque no todos sean capaces de percibirla. La obra artística tiene que conmover y desgarrar, subirte a los cielos o bajarte a los infiernos, pero nunca dejarte indiferente… Es lo que tratábamos de hacer siempre, pagando un alto precio por el camino. Tú, sobre todo y ante todo, vapuleado por gente que eran ciega a tu obra, incapaces de percibir su grandeza. Y eso no es ni bueno ni malo. Simplemente ocurre.

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? ¿Qué voy a sentir la próxima vez que me enfunde el uniforme del ejército chelevariano y salga a conquistar un escenario? ¿De dónde sacaré las fuerzas para cantar “En el barrio de La Viña…” sin que se me rompa la garganta o se me desborden los ojos? ¿Qué sentiré cuando se agiten las banderas de la Revolussión Chelevariana y el público estalle en aplausos, cuando empecemos nuestro mitin particular y tus ideas vuelvan a permear las mentes de los que nos escuchen? ¿Qué haré cuando descubra que ahora soy tu Voz y tu Palabra?

¿Qué voy a hacer sin ti, cabessa? Sé cuál sería tu respuesta: Dale palante, coone, dale palante… Que todavía tenemo musho que hassé y musho que dessí. Porque a ti nunca te ha rendido la vida, Juan, por mucho que lo ha intentado. Como todo hombre y toda mujer, tuviste tus luces y tus sombras, y dejaste cadáveres por el camino, igual que hemos hecho todos. Pero los que tuvimos la suerte de compartir tu vida, la tuya, no la del mito que se forjó a tu alrededor, sabemos que has luchado y la has repartido con generosidad, sin guardar nada dentro, como un ser libre. Lo que siempre te ha molestado de mí es la introspección, la manía de guardarme todo lo bueno y lo malo para mí mismo. Hasta hoy, Juan, hasta hoy, en que no me callaré, y le diré al mundo que estoy roto de dolor por culpa de Mon Dylan y su puñetera manía de llevarse siempre a los mejores para que le acompañen en su gira.

Hasta siempre, Comandante. Aquí hay uno que confiesa que te quiso.

—Joaquín Revuelta Candón (Teniente Revolussionario)

2 Comentarios

  1. Acabo de descubrir tu blog. Y es q escribes un monton de bonito (con voz de otero)

    A los genios nunca se les entiende en vida, se les intenta apagar su luz, xq su luz no es de la complacencía de la mayoria, siempre son incrompendidos y vilipendiados. Se les reconoce sólo de forma hipócrita en la muerte, y así ha sido con él, pero si creen que con lagrimas falsas podran limpiar sus mensaje se equivican xq sus ideas y sus letras no caeran en el olvido. De cada revolucionario caído deberían nacer 100 más, xq ellos tienen q ser la semilla q brote y de sus frutos en la siguiente primavera.

    Tus palabras te definen como un hombre con gran corazón y rebeldía, no te lo guardes para ti, sigue sus consejos y escribelo

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