La gira interminable

¿Cómo va la gira, quillo? No te pregunto por Mon Dylan porque, pa qué nos vamos a engañar, la gente le tiene ganas, Juan, y yo el primero. Que estará mu bien que os estén viendo noche tras noche por esos baretos cutres que orillan las carreteras mágicas y olvidadas de Arizona, o de vete tú a saber qué sitio de esos que frecuentan los cantantes yanquis cuando se van de gira… Pero aquí, lo que es aquí, cabessa, todavía no entendemos qué necesidad había de que el caberón ese te llamara a ti, precisamente a ti, pa que le tocaras la sonanta. Ya, ya, que la tocas mejor tú que él, pero tampoco es razón, ¿eh? Te lo digo de corazón, que a los que nos hemos quedado en Cadi y en España y en Uruguay y en tantos otros sitios no lo entendemos. ¿Sabes por qué?

Porque necesitamos el aliento de tus versos en el oído, como los labios del amante que nos susurra palabras de amor, acompañados por esa melodía cálida que impregnaba cada una de tus coplillas. Mon Dylan no tiene ni idea de esas cosas, Juan, que tú y yo lo sabemos…

¿No, verdad? Pues ni te imaginas la que formarías, la alegría tan grande que traerías a esta tierra que se ha convertido al fin en el Valle de Lágrimas de la Biblia.

Tío, que hace ya ciento cincuenta días que te llamó Mon Dylan. Cinco lunas, tú sabe. Y la gente todavía esperando un milagro: el de tu vuelta. Qué se yo… Igual nos has dado coba (con lo que te encantaba a ti eso) y estás de vacaciones en una isla desierta componiendo los repertorios para los próximos diez años y de repente apareces con la guitarra, la peluca, la gorra… ¿No, verdad? Pues ni te imaginas la que formarías, la alegría tan grande que traerías a esta tierra que se ha convertido al fin en el Valle de Lágrimas de la Biblia.

Y que te digo yo que la gente no se lo cree todavía, cabessa, que es como si no fuera capaz de asimilarlo. Que me dicen que el caberón de Mon Dylan siempre elige para sus giras a la gente equivocada, y yo les digo que claro, que eso es asín, que lleva haciéndolo durante toda la Historia de la Música: se largó con Mercury, con Cobain, con Amadeus, con Janis… Con tanta gente que se encargaba de calentar los corazones. Personas que, a su manera, eran como tú: poetas del pueblo, juglares de la miseria y el desengaño, los altavoces de esas almas que no saben o no pueden expresar ese grito mudo que preña nuestras gargantas…

Pero seguimos, Juan, seguimos palante. Cada uno se las apaña de una forma o de otra, pero caminamos como tú decías, como peregrinos que pisan los charcos, a los que no les importa mancharse de ese barro oscuro que te escupe la vida. Y lo hacemos por ti, shavá, por ti. ¿Alguna vez te habrías imaginado esto? Yo creo que nunca, y mira que te conozco. Sé que hay cosas que te gustarían y otras que no tanto, pero la gente lo hace de buen rollo, con cariño, sin pararse mucho a pensar porque saben que tú, de todas formas, no vas a enterarte. De todos modos, Juan, lo peor o lo mejor está aún por venir. Cuando llegue el loco Febrero, con sus papelillos y sus antifaces, con las voces rotas por el frío del invierno, con los disfraces cosidos con hilos de angustia y tristeza…

Porque va a ser entonces cuando todos nos demos cuenta de lo que realmente supone esa gira interminable en la que te han embarcado, que maldita las ganas que tú tenías.

Yo mismo, te lo juro por mis hijos, no sé lo que voy a hacer.

2 Comentarios

  1. Pues que vamos a hacer, disfrazarnos, divertirnos y llorarle, sobre todo llorarle y echarle de menos y pensar en lo afortunados que fuimos de conocerle.

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